sábado, abril 07, 2007

Fugas intensivas


Envueltos en una red de encuentros sociales, los cuerpos producen intensidades. Más aún, los afectos y repulsiones entre los cuerpos, sus sensaciones, son en sí mismos intensos; esto es, se modulan según umbrales de intensidad, cuya producción trastorna y atraviesa los propios cuerpos, hasta extremar o subvertir incluso la organización fisiológica del organismo. De ahí que búsquedas muy fuertes de intensidad, de éxtasis en las sensaciones, puedan tensar al cuerpo hasta el límite de su resistencia, hasta las puertas de la muerte y de la desintegración.

El deseo tendería al exceso, a la desmesura, a la fuga. Los caminos son variables. La búsqueda extrema de intensidad puede recorrer las vías de la orgía, de la perversión radical y sistemática, hasta la extenuación y la repetición apática de los gestos. Línea de fuga siempre fronteriza, es capaz de orillar los abismos de la destrucción o de la autodestrucción, desencadenando una pasión de abolición.




La demanda de intensidad es esencialmente afirmativa – afirma la vida tensándola y tensando el cuerpo, viajando en la experimentación de sus límites-. Experiencia de un desafío radical que arriesga, en su exploración intensiva, traspasar los umbrales de la creación y de la sensación, apunta, en última instancia, a la mutación de la existencia, tomando al sujeto humano como un viajero entre puntos de fuga y de ruptura. Esa especie de viaje no encaja en los cuadros congelados de una supuesta “racionalidad”, no se integra a los esquemas preestablecidos de una existencia acolchada y rutinaria.

La perspectiva médica no acostumbra tener en cuenta esos laberintos del deseo: se basa, por el contrario, en un esquema más lineal. La vida no sería tomada, desde el punto de vista de la "medicalización", en su sentido intensivo, sino apenas en su sentido extensivo. No importaría tanto la riqueza o la calidad de la experiencia de vida, sino la frialdad estadística de la cantidad de años alcanzada por una persona.

Las normas serán elaboradas, entonces, tratando de estirar al máximo el tiempo abstracto de vida, con prescindencia de la intensidad singular con que cada vida es vivida. El miedo a la muerte invade la vida y la confisca, coartando potencialidades expansivas, neutralizando intensidades.

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