sábado, diciembre 17, 2005

Los Freaks de Tod Browning


En 1962, el año en que muere el director Tod Browning, se proyecta en el Festival de Venecia, entre una gran expectación, un film de 1932 que había permanecido escondido del ojo público debido a su temática tabú y a la tajante negativa de sus productores por distribuirlo de manera normal, asustados ante el tremendo impacto que suscitaban sus imágenes. El título de la película es Freaks (en España La parada de los monstruos) una de las obras más fantasmales, misteriosas y marginales de la historia del cine.

Freaks es una película protagonizada por monstruos, pero no actores disfrazados de gorila o de momias asesinas del antiguo Egipto, sino seres humanos que en su vida normal son considerados eso, "monstruos", enanos, hombres sin piernas ni brazos, mujeres barbudas, siamesas unidas por la espalda, mujeres con medio rostro de hombre, personas con deficiencias mentales... Seres que la sociedad "normal" margina y relega a ferias y circos ambulantes. Browning mostró que juntos, los freaks (diccionario en mano: suceso anormal) tenían un comportamiento como el nuestro, reían, lloraban, querían y odiaban, no necesitaban compasión ni caridad, sino que les dejaran vivir como ellos querían y eso, al menos en 1932, no era algo fácil de entender.


En el Festival de Venecia de aquel 1962, la terrible historia de estos freaks elevó el estatus de Browning al de autor con mayúsculas, quizás uno de los creadores de cine más arriesgados y personales del siglo pasado.

Cuando Tod Browning dirige Freaks, había triunfado ya en Hollywood con la adaptación del Drácula de Bram Stoker realizada el año anterior. Hasta ese momento, Browning había pasado su adolescencia entre circos y ferias, en un mundo de payasos y saltimbanquis que siempre le fascinó, luego se metió en la industria del cine de la mano de David W.Griffith, con quién trabajó de asistente de dirección e incluso como actor.

No tardó en convertirse en un experimentado director de cine mudo, obteniendo cierto éxito con sus films en colaboración con el actor Lon Chaney, "el hombre de las mil caras", famoso por afrontar sus personajes como verdaderas transformaciones físicas, hasta el punto de que mucha gente no tiene en mente cómo era su verdadero rostro. Juntos, Chaney y Browning crearon magníficas obras como La rosa del arroyo (1919) o Fuera de la ley (1921). Browning admiraba al camaleónico Chaney: "Es capaz de todo, permite que lo convierta en lo que sea, por el bien de la película". La obsesión de Chaney por el transformismo, les llevaba a ambos a concebir primero la caracterización de su personaje y una vez bien definida esta, empezaban con el guión.

Buen aficionado a la magia y el ocultismo y estudioso de psicología, solo una mente como la de Browning pudo idear locuras como su The mistery of the leaping fish, film protagonizado por Douglas Fairbanks, y marciana y desarmante aproximación al mundo de la cocaína, Puppets (1917), donde los actores interpretan a marionetas, la misma Freaks o la definitiva Muñecos Infernales (1936).

Volviendo a 1931, ya he dicho que ese año Browning dirige Drácula para la Universal, confiando el papel de Conde a Bela Lugosi, actor húngaro que apenas pronunciaba una frase inteligible en inglés, después de no haber logrado que su amigo Lon Chaney se implicara en el proyecto, pues se encontraba inmerso en un cáncer que le llevaría a la muerte en muy poco tiempo.

El film es un clásico desde el día de su estreno, con un Lugosi escribiendo el decálogo de cómo se debe interpretar al vampiro de los Cárpatos (por lo menos hasta la irrupción en los cincuenta de Cristopher Lee), y momentos inolvidables como las sonadas apariciones de Renfield, el desgraciado lacayo del Conde, que interpreta un tal Dwight Frye, a quién Alice Cooper dedicó uno de sus mejores temas.

El camino a seguir después del baño de masas de Drácula parecía claro pero en Hollywood pocos imaginaban que Browning renunciase a una vía comercial de éxito seguro y se negara a repetir la fórmula, metiéndose de lleno en un fracaso cantado como Freaks. Por milagroso que parezca, Browning se salió con la suya y pudo empezar la producción del film que acabaría con su carrera y reputación para siempre. Durante el rodaje de Freaks, los ejecutivos de la productora no daban crédito cuando, en la cafetería del estudio, veían a toda esa panda de aberraciones sin brazos, mutilados, siameses, tomándose un café antes de la jornada de filmación, ¿qué era aquello? ¿una pesadilla? ¿se había vuelto loco Browning? ¿por qué renunciaba al dinero que sin duda conseguiría haciendo films en la línea de Drácula? Pero el director siguió adelante y cumplió su sueño.

Después del estreno de Freaks vino el calvario. Relegaron a Browning a producciones de serie B sin importancia, se negaron a presentar la película en Europa e hicieron lo posible para enterrar esa terrorífica anomalía fílmica. Qué estúpidos, qué inconscientes fueron en la Metro, hoy Freaks se sitúa sin problemas entre los cincuenta films más importantes de la historia.

Un Browning con la carrera destrozada únicamente levantó cabeza con La marca del vampiro (1935), interpretada por Lionel Barrymore y Bela Lugosi, que ya estaba decayendo también en películas de saldo que explotaban su papel de Conde Drácula, y sobretodo con una de sus piezas maestras, la inenarrable Muñecos infernales, en la que Lionel Barrymore es un preso fugado que se disfraza de venerable anciana y se venga de sus enemigos ayudado por unos muñecos que cobran vida cuando anochece y asesinan sin piedad. Con un guión en el que participa otro desarraigado de Hollywood, Erich von Stroheim, Muñecos infernales sorprende todavía hoy en día, tanto por su original propuesta como por los inauditos efectos especiales.

En 1942 Tod Browning decide retirarse de la industria del cine y a partir de entonces a penas se le verá fuera de su casa de Malibú. Su vida había sido siempre un misterio, era un tipo hermético, oscuro, no se le conocían amigos íntimos y no se identificaba con el marasmo de fiesta y cocktail de Hollywood. Hasta hace poco, la vida de Browning parecía más la de un Aleister Crowley, una especie de hechicero de turbia vida privada, pero quizás ahora prevalece más la idea de un Browning concienciado con aquellos a quién, por el hecho de haber nacido diferentes, son marginados por la sociedad. Solo un maravilloso ser humano podía crear Freaks, La parada de los monstruos.
...por Marc Monje


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