lunes, enero 16, 2006

El cine ha transformado la filosofía

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A su paso por Buenos Aires, Alain Badiou, el filósofo francés más controvertido e influyente del momento, reflexionó sobre la peculiar relación entre cine y filosofía.

Isabel es doctora en Filosofía y licenciada en Ciencias Políticas. Debe de ser una de las personas más serias que conozco a la hora de opinar y sus escritos tienen esa profundidad que sólo se logra luego de madurar una vida dedicada al pensamiento. Sentada en el auditorio de la Alianza Francesa para la conferencia sobre cine y filosofía que dictaría Alain Badiou, me comentaba algunos pormenores de la confrontación Heidegger-Nietzsche justo en el momento cuando el gran filósofo francés entró en el aula. "¡Mamocho!" gritó Isabel al verlo, llevándose ambas manos a las mejillas y desplazándose a la punta del asiento. Apenas se dió cuenta de mi asombro, me agarró del brazo y, ruborizada, me dijo: "Llegás a contar esto y te mato". Quedate tranquila, Isabel.

Alain Badiou no tiene la imagen estereotipada de un filósofo francés profesor en la Universidad de París, ni la del autor de una de las obras más revolucionarias del siglo, ni la de un militante en las teorías de la emancipación. Alto, pulóver claro de hilo, pantalones con corte de jean al tono y campera color guinda, Mamocho bien podría pasar por un actor de cine listo a dar una conferencia de prensa, vitoreado por una corte de fans estilo Isabel.

Sin embargo, con esa pinta que despierta admiración, tranquilo y encogiéndose un poco de hombros, presenta los conceptos que, una vez articulados, funcionan como una orquesta afinada que ofrece al público una obra especial relacionada con algo que él llamaría el orden de la verdad.

Tres ejemplos filosóficos

Alain Badiou declara, argumenta, valida y sostiene. Desde un principio anuncia que el cine transforma la filosofía, que el cine mismo es una situación filosófica. ¿Y qué es una situación filosófica? Badiou dice que es la relación entre términos que no tienen relación alguna entre sí. Con un estilo didáctico prodiga tres ejemplos.

1- El diálogo entre Sócrates y Calicles, en el Gorgias, fue una situación filosófica. Las ideas de ambos hombres no tenían ninguna medida común. Calicles sostenía que el derecho es la fuerza y que el hombre feliz es el que detenta el poder. Por su parte, Sócrates, pensaba que el verdadero hombre es el justo. Entre la justicia como fuerza y la justicia como pensamiento sólo hay enfrentamientom y la filosofía nos dice que debemos decidir por una postura y la cuestión es la elección.

2- Arquímedes tenía por costumbre dibujar figuras geométricas en la arena. Mientras se ocupaba en una de ellas, un soldado romano se acercó para avisarle que el general Marcelus quería verlo. Los generales romanos sentían especial curiosidad por los sabios nativos de los territorios que invadían. Pero al matemático le importaban mucho menos las urgencias de Marcelus que terminar su demostración, así que obró en consecuencia y siguió dedicado a su altísima tarea. Semejante actitud fue interpretada como una ofensa intolerable. Con un único golpe de espada, el legionario romano terminó por igual con el ejercicio y con Arquímedes, que cayó muerto sobre su figura geométrica. Es una situación filosófica, dice Alain Badiou: entre el poder del Estado y el pensamiento creador no hay una verdadera discusión, pues el poder es la violencia y el pensamiento creador sólo responde a sus propias reglas. No hay medida común, sólo distancia. Y la filosofía debe pensar esa distancia.

3- En el film Los amantes crucificados, de Mizoguchi, la familia de una muchacha decide entregarla en matrimonio a un hombre mayor al que ella no ama. Como era de esperar, ella cae en los brazos de otro de su misma edad olvidando que en el Japón de su tiempo el adulterio se pagaba con la muerte. Tras una huida infructuosa, la pareja es aprehendida y la guardia la conduce al suplicio. La cámara los toma sonriendo, no por dirigirse a la muerte, por supuesto, sino por estar juntos. Como la obra de arte para Malraux, el amor también sobrevive a la muerte. Y también ésta es una situación filosófica, según Badiou, pues el acontecimiento del amor y las leyes de la ciudad no tienen relación alguna entre sí. En este caso se debe pensar el acontecimiento (el amor como acontecimiento), la excepción, lo que no es común, lo que sale de la continuidad.

El cine como situación filosófica

Alain Badiou puntualiza un concepto: la filosofía es el lazo entre la elección (entre Sócrates como encarnación del pensamiento y Calicles como representante del poder), la distancia (entre el Estado representado por el soldado romano y Arquímedes como ejemplo del creador) y el acontecimiento (el amor que ocurre aunque sea prohibido). Se trata de aceptar el acontecimiento, mantenerse a distancia del poder y ser fiel a la elección.

Como yo no terminaba de entender, recurrí a la siempre clara capacidad de comprensión '64e mi compañera de banco. Quería saber qué tiene que ver el cine con todo esto. Isabel abandonó por un segundo su éxtasis por escuchar al maestro y, amable, me respondió: "Ahora no me jodas, querés". Bueno, no te jodo Isabelita, pero de lo de Mamocho se va a enterar hasta el guardia de seguridad.

Alain Badiou se pregunta: ¿la humanidad con el cine es la misma que la humanidad sin el cine? Pareciera que no. Y es ése el momento cuando mira al auditorio y pregunta con una sonrisa: ¿para qué sirve todo esto? ¿A cuento de qué damos estos ejemplos, algunos un poco tirados de los pelos? La respuesta: el cine ofrece a la filosofía una nueva posibilidad de síntesis entre elementos no relacionados entre sí.

El cine es una síntesis entre el artificio y la realidad, pero lejos de quedarse con eso examina además la forma en que opera con el tiempo. En una misma película convive el tiempo cronológico (el de las secuencias) con otro tiempo (un tiempo íntimo y subjetivo). En una misma película se pueden ver hechos que muestren el paso de los años y que en pocos minutos nos lleven de la juventud a la madurez de un personaje. Esto se logra con cambios de escenario, con la animación del actor y la ayuda de maquillaje. Pero también una escena, mirada desde los ojos de quien la protagoniza, puede durar lo que dure su emoción. Un tiempo estirado, un tiempo puro que encuentra su clave en la duración de la secuencia, en la morosidad de la escena. ¿Cómo se logra esto? Haciendo que el tiempo sea visible y que en una misma película convivan ambos.

Así lo cinematográfico arma una síntesis, tal como lo hizo Sócrates en la primera situación, cuando tomando un elemento de Calicles, la felicidad, dijo que para él la felicidad era la del justo, y que siempre produce mayor dolor cometer una injusticia que padecerla. En definitiva, ¿qué fue lo que hizo Sócrates? Con los términos de la situación, inventó una síntesis. Y el cine no sólo permite terminar con las diferencias de tiempo, sino que además produce una síntesis entre las diferentes artes, como la plástica, la música y la literatura. Nacido como un arte impuro camina entre la frontera entre el arte y el no arte. Para poder lograr algo tuvo que partir de una innumerable cantidad de elementos técnicos, de actores, de materiales y en especial de dinero. Mucho dinero. Y desde esa impureza el cine logra algo.


El amor y la venganza

Badiou se detiene en la capacidad que tiene el cine de aportar algo en relación con un tema que lo preocupa, el de la continuidad-discontinuidad.

Dice que cuando se habla de continuidad-discontinuidad, en realidad se habla de amor. Y el amor es un acontecimiento: algo que antes no existía de pronto aparece, puede ser reconocido y nombrado como tal. Es una excepción en la continuidad de la vida, algo nuevo, una discontinuidad. El problema es cómo hacer que ese acontecimiento sea perdurable, que eso que empezó como discontinuidad se pueda volver continuo. En Occidente, esa fórmula es el matrimonio. Y eso representa un verdadero problema, algo que nos afecta en la vida diaria. Pero el cine, que piensa en imágenes y no en conceptos como la filosofía, puede aportar algo. De hecho, a diferencia de otras artes, el cine permite filmar milagros, puede mostrarlos y hasta darles continuidad. Para una concepción no cínica del amor en la que éste pueda inventar una síntesis entre la discontinuidad que significó su aparición y la continuidad de mantenerlo, los milagros en el cine vienen como anillo al dedo y, seguramente, ese anillo es un anillo de casamiento.

Alain Badiou tiene también algo para decir acerca de cómo funciona la ley en el cine, de las cintas de justicieros solitarios donde ley y venganza se mezclan. La cámara sigue a un personaje que actúa allí donde la ley es insuficiente, donde no llega, donde no funciona.

El justiciero marca el límite del derecho, el lugar donde se vuelve insuficiente para reparar el daño que le fue infligido. Y donde esa ley se vuelve escasa, lo que continua, más extensa, es la venganza. El justiciero, por lo general, logra una reparación matando a muchos más que los que dieron origen a su caso. Alain Badiou da por terminada la conferencia que, como las buenas películas, sigue rodando sola en la cabeza. Nunca pensé que la última imagen que me llevaría sería la de Charles Bronson.

Terminada la conferencia, Isabel se acerca con el libro El ser y el Acontecimiento para que Badiou se lo dedique. Viéndola sonreír mientras le entrega el ejemplar, pienso que sobre el amor, la mujer y la sabiduría también valdría la pena decir algo, intentar una síntesis.

por Ricardo Coler