jueves, enero 05, 2006

El Monstruo Humano

Podemos rastrear la figura del monstruo humano en un periplo que va de las dos últimas décadas del siglo XVIII hasta mediados del XIX; su emergencia en Cuba apenas dista de la europea y promueve las mismas o parecidas preguntas. Participa, pues, de un discurso fascinante (y no menos fascinado) que sólo más tarde al cargarse de un saber médico ya normativo se trivializa.
Si el monstruo literario por excelencia es el “esqueleto” de Zequeira (“La Ronda”, 1808), ahora comienza a acechar desde los primeros textos de medicina y ciencias naturales y desde instancias como el Gabinete de Historia Natural.
Es precisamente ahí adonde se le intenta arrojar, pero el monstruo de “La Ronda” impone una y otra vez el desvío, su incesante fuga esquizoide.
No muy diferente sería el desquiciamiento taxonómico que esta figura supuso para médicos y juristas. El ojo que clasifica procede todavía según un excedente de asombro, plus de curiosidad que sin embargo se abre hacia un terreno cada vez más diferenciador. Las cosas parecen vistas por primera vez, pero se van organizando en un espacio abstracto regido por la palabra y su inscripción letrada.
En 1787 Antonio Parra incluye a un negro congo (en tres vistas, sentado sobre una hernia de “vara negro descrito por Antonio Parray media y seis pulgadas”) en su Descripción de diferentes piezas de historia natural (1).
A José Agustín Caballero le parecía el Hombre-Mujer que circula en La Habana de 1791 como una especie de bestia, cruce alegórico entre dos reinos, sin que ello le impidiera trazar una política claramente homofóbica (2).
Y a Saco le impacta el nacimiento algún niño deforme, en lo que no deja de sospechar cierto fondo moral; el mismo que luego va a inferir entre las causas de una epidemia de cólera. (3).
Cuando en 1834 se instale el Museo Anatómico y la Clase de Clínica en el Hospital Militar de San Ambrosio, la curiosidad natural cederá de manera visible ante un deslizamiento mucho más objetivador del saber (4). Y ya en 1839, con el primer curso de Medicina Legal, el monstruo deviene materia para una intervención sistemática por parte de peritos que prestan su apoyo al derecho civil y penal (5).
Si Antonio Parra podía hacer coincidir junto a peces, plantas y piedras extrañas a un negro herniado, era - entre otras razones - porque el lisiado es apenas una deriva menor del monstruo humano, fácil de clasificar. Otro problema muy distinto implicaría el hermafrodita, transgresor no sólo de una ley natural sino también del derecho religioso y civil. No se trata ya del Hombre-Mujer de Caballero, al que asiste un margen apariencial, sino de alguien que porta una marca o signo abstruso que deja sin voz a quienes usurpan el cuerpo en tanto patrón de inteligibilidad.
En la Edad Media, y aún en el Renacimiento, pagaban con el suplicio; no sucedería igual en la época clásica. A punto de sellarse el contrato social, la ley, desquiciada por tan extrema irregularidad, se vuelve a otro marco de referencia. Y es que - como advierte Foucault - la figura del hermafrodita establece un dominio jurídico-biológico del cual se desprende la intervención por la norma. Punto de partida del ladrón de poca monta del siglo XIX (de todo anormal), el hermafrodita viene a compartir con el mastubador y el individuo incorregible la condición de piezas para un desarrollo difuso de las técnicas de control. Con él se pasa de una instancia natural a otra moral en cuyo fondo alienta la cuestión de la “naturaleza monstruosa” de todo delincuente.
Según Foucault, el caso de Anne Grandjean fue cruxial en este sentido, pues al abordarse el problema del hermafroditismo, ya no como unión rotunda o completa de dos sexos y sí, más bien, como engranaje de órganos imperfectos (incompletos), se derivaba un modelo de conducta. Así, la anomalía orgánica deviene traza que persistirá en toda desviación por pequeña que fuera.
Bautizada Anne como niña, ya joven se inclina a las mujeres y decide usar ropa de varón. Se casa con una mujer y, tras la denuncia, es condenada a muerte. El perdón le llega, más tarde, en forma de consejo médico y de observancia civil. No es condenada, pues, por hermafrodita, sino por desviada. Y ahora tiene que asumir el sexo que los médicos consideran dominante, el femenino, y dejar de frecuentar a sus amigas (6).
Establecida la norma, recesa la monstruosidad. Pero si ésta resulta violada, se agita de nuevo un sustrato salvaje y se juzga por perversión.
Al caso que presentamos ahora, descrito por Tomás Romay y Chacón en 1813 en la persona de un marinero de 19 años, natural de Chiclana, y de nombre Antonio Martínez, siguió, en 1816, la descripción de un segundo caso, éste en un negro bozal examinado por el Dr. Marcos Sánchez Rubio (7). El primer informe habla a favor de un proceso virtual del que no hemos hallado continuación, mientras el segundo es apenas una cita cuya fuente desconocemos. No deja de inquietar, sin embargo, la pregunta por el destino de ambos hermafroditas: un marinero que ha “navegado” con suerte y un esclavo que exhibe el doble estigma de siervo y de monstruo.
Si bien Romay concluye que, “nada es tan fácil ni convincente como reconocer” al sujeto, esto no debe confundirnos. En modo alguno se trata de una simple confirmación del hecho. Al margen de la disertación anatómica y las referencias eruditas se esbozan múltiples apertrechamientos sociales y éstos implican una toma de decisión. Realizado el examen físico y sancionada la “estelirilidad” (no puede engrendar en ellos ni fuera de ellos), se abren preguntas que, no por formuladas ahora, debieron pasar inadvertidas a los observadores de Antonio (o Antonia) Martínez, entre los cuales se encontraban, además de Romay, Bernardo Cózar (médico del apostadero), Juan Pérez Carrillo (del Protomedicato), Antonio del Valle Hernández (consultor de Humboldt y, para algunos, el hombre más ilustrado de la época) y el Conde de O´Reilly; es decir, figuras de peso en el entramado político de la isla: ¿qué sexo adjudicarle a quien ha sido bautizado como mujer, pero lleva vida de “hombre”? ¿Supone el bautizo la tachadura del género civil? ¿Implica, por otra parte, la “desexualización clínica” (paradójicamente mentida en el propio Romay) una consecuencia semejante para la vida social? ¿Debe asimilársele al género de preferencia - !másculino?- “aún participando más del sexo femenino”, según indican los caracteres secundarios? O, a la inversa ¿deben tomarse éstos como regla de una futura conducta? Finalmente, ¿qué hacer con quien se “proclama” (ateniéndonos al texto) hermafrodita en un intento por evitar que se le destine a la “armada nacional”?
Para ninguna de estas interrogantes, por supuesto, había en el código civil y penal vigente una respuesta. La infracción natural supone, por tanto, un enigma jurídico que sólo se resolverá partiendo de cierta improvisación a tono con en el orden moral existente, el cual, sin dudas, se formula a sí mismo a partir de este punto.
En una posible genealogía del anormal en Cuba, la descripción de Romay anuncia, tal vez, una primera emergencia. Más allá del “natural” descenlace de esta historia, ya sea a nivel penal o práctico, no cabe dudas de que se movilizan normas para un contexto que no va a regirse ya, exclusivamente, según una simple moral tradicional. De este modo, cierta percepción moral prenormativa esbozada desde 1790 en el Papel Periódico de la Havana (dispositivo crítico donde se satirizan diversas tipos de conducta desviada) se despliega e intensifica (8). El hermafrodita de Romay sienta las bases sobre las que se enmarcará al Hombre-Mujer de Caballero en su paso por el siglo XIX. Y no es hasta finales de la década de 1820 que se acumulan evidencias que permitan hablar de una sociedad relativamente normativizada. En 1823 se inicia, por ejemplo, un proceso judicial contra el II Conde de Casa Montalvo (el incorregible por excelencia), el cual concluye en 1841 después de haber servido de marco a una producción disciplinaria sin precedentes que, al contrario de la disonante cuestión legal en el dominio esclavista, iba dirigida a todo el cuerpo social (9).

NOTAS

1) Descripción de diferentes piezas de historia natural. Antonio Parra. Havana. 1787. (Editorial Academia, 1989). Ver láminas 71, 72 y 73, y pp. 194-195.

2) “Carta crítica del hombre muger”. José Agustin Caballero. La literatura cubana en el Papel Periódico de la Havana. Letras Cubanas, 1990, pp 75-78.

3) “Monstruo”. José Antonio Saco. Papeles sobre Cuba, Tomo I, Dirección General de Cultura, 1960, pp 392-394.

4) El Museo de Anatomía y la Clase de Clínica datan de 1834. Sirvió de impulso a importantes transformaciones en el Hospital Militar que sólo a partir de esta época deviene institución “positiva”, es decir, productora de saber. Si antes había sido “refugio de caridad”, ahora, poco a poco, el hospital se convierte en instancia “curativa” y plaza para la formación de médicos según el modelo de la medicina observacional. Su reforma corrió pareja a la normativización de la sociedad, a la cual queda engranado como parte de una compleja red de controles.

5) La Cátedra de Medina Legal se establece en el Seminario de San Carlos y San Ambrosio. En 1842 se traslada a la Universidad de la Habana. El curso impartido por su primer profesor, José Lletor Castroverde, sustituido en 1850 por Ramón Zambrana, dedica un capítulo a la problemática del hermafroditismo. (Discurso inaugural para la apertura solemne del Primer Curso de Medicina Legal y Jurisprudencia Médica. José de Lletor Castroverde. Habana. 1839. Imprenta de R. Oliva, p. 24).

6) Los anormales. Michel Foucault. FCE, 2000. Ver Clase del 22 de enero de 1975, pp 61-82. El caso de Ana Grandjean se desarrolla en pp. 79-81.

7) Citado por Martinez Fortún y Foyo en Historia de la medicina de Cuba, s/e, p. 41.

8) Además del citado artículo de José A. Caballero ver, entre otros, “Carta sobre la educación de los hijos” y “Carta sobre la confusión de los trages”. Ob.cit, pp 63-66 y 75-78 respectivamente.

9) Autos acordados por la Real Audiencia de la Isla de Cuba. Habana. 1840.

* * *

No queremos terminar esta nota sin indicar (y comentar) algunos textos de similar importancia en los que asoma la figura del monstruo humano en Cuba:

“Un vecino fidedigno de la ciudad de Trinidad en esta isla participa lo siguiente: Una parda libre de esta ciudad acaba de dar a luz una niña con un solo ojo grande en medio de la frente, sin narices, una sola oreja de un lado y lo demás del cuerpo bien formado; desde los codos hasta el extremo de los dedos de la manos tiene el cutis de un blanco hermoso, y el resto del cuerpo muy prieto. Dicen que antes de expirar resollaba por el ombligo... “Noticia particular de la Havana”. Papel Periódico de la Havana No 50 (3) (23 de junio) 1793.

...“Parda libre que dio a luz trillizos, uno parecía español, la otra india y el otro negro” (Papel Periódico de la Havana No 19 (74-75) (5 de marzo) 1795.

...1817. “Expulsión de tres fetos, uno de ellos un monstruo”. Tomás Romay. Diario de la Habana, 27 de abril/1965. Obras Completas. Tomo I, p. 32.

...1835. Historia de los gemelos de Siam [traducido por F.C., con una lámina]. Imprenta del Gobierno.

Se trata de una obra citada por Bachiller y Morales en su “Catálogo de libros y folletos...”, incluido en Apuntes para la historia de las letras y de la instrucción pública en Cuba (Tomo III, Habana, 1861, p. 172), la cual no hemos podido localizar. Los gemelos de Siam, Eng y Chang, mundialmente conocidos, fueron mostrados por toda Europa a partir 1829; pasaron luego a Estados Unidos y más tarde recogieron varios países de América Latina. Llegan a La Habana por primera vez en 1835, según lo anuncia el Diario de Gobierno de ese año. El texto citado por Bachiller formaba parte, con toda seguridad, de la campaña de publicidad desatada en torno a los siameses, quienes, procedentes de Charleston y conducidos por su representante, Santiago W. Hall, serían expuesto a la “pública curiosidad de este vecindario”. Se sabe de una segunda visita a La Habana, ésta en enero de 1858. Los siameses tenían entonces 47 años de edad.

...1844. “De la influencia de la imaginación de la madre en la produción de monstruos”. Repertorio Médico Habanero 1(12):192.

Todavía en el siglo XIX la imaginación es invocada en la génesis de cualquier patología, lo mismo física que mental; constituye una de esas “causas lejanas” a las que se echa mano en todo momento y que desmienten una concepción etiológica claramente jerarquizada. El texto en cuestión alude al caso de una mujer que, por haber presenciado un hecho de sangre, (el degollamiento de un cerdo) le nace un hijo con “una especie de herida o hendidura en la garganta, cuyos bordes mucosos daban sangre al menor contacto”. Para probar su tesis, el autor pasa de la imaginación como genésis (o de su génesis imaginaria) a una suerte de embriología “fantástica” superada sin dudas por la medicina de la época: “pues estando la madre en el tercer mes de su embarzado, época del embrión en que la hendidura subhyoide no está todavía formada, una impresión profunda pudo suspender toda la fuerza formadora”. Consejo: “que se le haga saber a la madre la parte de la acción que la imaginación puede ejercer sobre el hijo, a fin de que en el próximo embarazo se separe la vista de lo que pueda conmover e imprimir un sello indeleble en el débil ser que lleva en su seno”.

...1845. En la misma revista 1 (5) (100) aparece una breve nota titulada “Sobre un hombre-esqueleto”, con una lámina adjunta.

...Entre 1813 y 1845 se publican en el Diario de la Habana numerosas descripciones (notas breves, referencias, etc) de mostruos nacidos en esta ciudad. El 8 de octubre de 1818, por ejemplo, nace uno de éstos del parto gemelar de una morena libre en una casa de la calzada de San Luis Gonzaga. Muerto a los pocos días, no tenía cabeza ni extremidades y presentaba en el costado derecho “una mata de pelo”. El Dr. José A. Bernal, que lo asistiera, presentó un esquema del monstruo a la Sociedad Económica Amigos del País, luego de haberlo entregado al conocido cirujano italiano Dr. José Chiappi, quien procedió a realizar su disección ante un nutrido grupo de galenos entre los que se encontraban Romay y Pérez Carrillo.

...1887. “Un caso teratológico: monstruo cyclocefaliano”, Francisco Obregón y Mayor, Revista de Ciencias Médicas de la Habana, (4), pp 109.

...1932. Notas sobre un monstruo doble. Sergio García Marruz. Habana. Imprenta Seoane y Fdez. 16 p.

...1953. “Pseudo hermafroditismo”. Gálvez Fermín Nicasio. Revista cubana de obstetrica y ginecología. Habana, 15 (6) (23-32)

...1955. Imposible el hermafroditismo ni el cambio de sexo en la especie humana. Angel C. Arce Fernández. Habana. 15 p.

...1955. “Hermafroditismo verdadero. Primer caso en Cuba”. IX Congreso Médico Nacional. Habana. p. 46.

Pedro Marques de Armas