domingo, diciembre 18, 2005

Cada vez más alumnos repiten en el secundario

Como un signo preocupante del deterioro de la educación, en los últimos cuatro años aumentó significativamente la cantidad de alumnos que repite en los colegios secundarios porteños.

Unos 13.500 adolescentes fracasaron el año último en la escuela y fueron reprobados en marzo, lo que representa el 13% de los alumnos de los colegios secundarios estatales. Incluso, en primero y segundo años –las etapas más críticas– el porcentaje de repetidores es mayor: 15,5 y 18,1%, respectivamente.

En la enseñanza privada porteña, en tanto, los índices son menores, y el más alto se da en primer año, con el 3,9 por ciento de alumnos que repiten.

La causa más visible e inmediata del fracaso escolar es la cantidad de asignaturas que los alumnos no aprueban durante el ciclo lectivo y deben rendir entre febrero y marzo.
Los cursos que presentan más dificultades son los dos primeros años del secundario, con matemática a la cabeza: el 32,61% se la llevó a marzo el año pasado, seguida por geografía y lengua, con el 24 por ciento.

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Nota relacionada:

No hay conciencia del esfuerzo
Por Alejandro Rozitchner

Cuando uno se lleva una materia, ¿adónde se la lleva? Sí, a diciembre, a marzo, pero básicamente se la lleva a la casa, se la lleva puesta, a todas partes, y la materia pesa limitando la libertad de movimientos, que tan necesaria y escasa es a esas edades terribles de ingenuidad, desorientación, furia y cuestionamientos.

Claro, frente a tales dificultades deber matemática no es tan terrible, peor es no saber qué va a hacer uno en la vida, no poder terminar de entender quién es, tener que poner distancia con esos seres que tanto se quiere (los padres) pero a los que ya no se soporta más, por citar algunos de tantos frentes conflictivos abiertos al mismo tiempo. Esos protopadres que son los profesores son más sencillos de tratar: "no escucho más, no doy bola, me llevo la materia y la estudio tranquilo en casa, total?"

Hemos desdramatizado el tema. Antes deberle a la institución escolar era más grave; hoy sabemos que nadie se muere por llevarse siete materias. Pero tampoco es cuestión de mentirse del todo (un poco sí, quién no lo hace, como estrategia defensiva o estimulante para seguir adelante): lo cierto es que no se disfruta de pasar las vacaciones dedicadas a la escuela.

¿O será que los chicos no quieren desprenderse de sus tutores, que prefieren llenar sus días libres con restricciones educativas autoimpuestas -nadie los obligó a llevarse nada- antes que adentrarse en la confusión de la edad? ¿Será una manera de conservar vivo al enemigo, para no sentirse solos?

* * *

Más allá de los chistes, el fondo de la cuestión es que no tenemos buena conciencia con el tema del esfuerzo. En estos tiempos de populismo progresista existe una tendencia a sentir que toda exigencia es imposición.

En la estéril oposición a todo, a la que nos condena la negativa al esfuerzo, se genera la ficción de que hay alguien haciendo fuerza en contra de uno cuando en verdad no hay nadie: son las leyes de la vida las que establecen que todo logro tiene su precio.

La moral de los derechos nos somete a engaños infinitos, y poco falta para que los alumnos esgriman el argumento de que tienen derecho a aprobar. Sí, el derecho existe, pero hay que estudiar, de otra forma. El derecho requiere un deber cumplido, y la fantasía de que sólo hemos venido a pedir y a exigir es un infantilismo. Socialmente sostenido, pero infantilismo igual.

Y sí, claro, el otro fondo es que la educación no está a la altura de los tiempos, que el divorcio con el mundo real y los valores de la época la somete a exigencias frente a las que, ella tampoco, sabe bien qué hacer. También la escuela, si tuviera que rendir, tal vez terminaría en marzo, ¿o sería repitente? ¿No repite, acaso, errores e inadecuaciones? El que esté libre de exámenes que tire la primera idea.

Fuente: La Nación